martes, 19 de marzo de 2013

Un mercadillo en el aire



Esa cápsula azul y amarilla con anuncios por todas partes. Ese compartimento maloliente en el que te metes de madrugada tras haber pagado 2 euros de entrada más 200 euros de multas y conceptos varios. Porque lo sentimos, su maleta mide un centímetro más de lo permitido. Porque no ha imprimido Ud. correctamente la tarjeta de embarque y ahora es demasiado tarde. Porque en su documento de identidad su nombre es Pepito de los Palotes, mientras que Ud. en su reserva indicó que se llamaba Pepito de los Palotrs. Porque si Ud. no quería el seguro de viaje, un billete de bus lanzadera (ida y vuelta) de la Terminal 1 a la Terminal 2, un coche de alquiler, un tour por su ciudad de destino, una maleta biodegradable, una suscripción a nuestra revista y una tarjeta SIM para llamadas internacionales, tendría que haber desactivado dichas casillas en el check-in online. Porque, por fallo del servidor, ha habido una duplicidad de reservas, y si quiere anular una de las dos, estaremos encantados de recibir su llamada a nuestro número irlandés, llamada que le costará 10 veces más que las dos reservas juntas.Ya sabéis por dónde voy, ¿no?

Pero bueno, en todo caso, llegas a dicha cápsula, y tras haber pagado dicho precio, te sientes con derecho a recibir un trato amable, un asiento cómodo y unos frutitos secos (por lo menos). Y lo que encuentras es el mercadillo volante. Una vez te has sentado en tu asiento de 20cm por 20 cm (asiento que una amable azafata te ha asignado arbitrariamente sin que apenas puedas decidir si te gusta más éste, aquél o el de más allá); una vez has embutido tu maleta bajo el asiento porque dicha amable señorita te ha dicho que arriba no cabe; una vez te has ajustado el cinturón, apagado tu móvil y levantado la ventanilla gracias a la persuasiva y amable mirada de susodicha señorita; entonces, ya no intentes levantarte. Empieza el espectáculo. No intentes dormir, no intentes ir al baño. Va a pasar a visitarte la tripulación a bordo tantas veces como sea necesario para colocarte una botella de agua a 3 euros; un bocadillo de albóndigas (sí, bocadillo de albóndigas) a 7 euros (sí, a 7 euros); una selección exclusiva de perfumes; cigarrillos para dejar de fumar… Y lo mejor, la lotería. La azafata dice literalmente, y con tono que ya suena a cachondeo: “¡Hazte millonario con nosotros!”. No estamos lejos de ver en este tipo de ambientes a las azafatas gritando el precio de las verduras del día, el pescadito fresco y el vestidito del verano, que me lo quitan de las manos oye.

Y sí, nosotros ahí estamos, llenando estos vuelos, pagando extras, cayendo en sus trampas, obedeciendo a las azafatas. Y lo peor, aplaudiendo cuando el avión aterriza y suena la trompeta que anuncia el fin del espectáculo.