martes, 8 de noviembre de 2011

Llámame carca



Ordenadores que te dejan colgado cada dos por tres. 
Virus. Rellene el depósito de tinta negra de la impresora. No se puede conectar a la red inalámbrica. Error de software. Error #404. Retire hardware con seguridad. Scripts. Servidores. Procesadores. Portapapeles. Paneles de control. Dispositivos. Actualizaciones automáticas. Versiones más recientes. 
Móviles que se quedan obsoletos e inútiles porque ahora son en color. Ahora se abren por el otro lado. Ahora tienen cámara. Ahora, la cámara como mínimo ha de tener tantos megapíxeles. Ahora tienen internet. Y chat. Y Skype, Facebook, Spotify, Whatsapp. Y el iPhone 4 es una mierda al lado del 4S. Éste último tiene "procesador A5". Sí, sí, ¿a que te has quedado flipando? Pues eso, que te lo compres. Smartphones. Android. Symbian. Operadoras. Tarifas mensuales con internet. Portabilidad. Tono de llamada. Snake. BB PIN. Nuevo BB PIN. 

Y yo, chaval de 19 años, me considero una víctima de todas estas innovaciones, estas fantasmadas en inglés, este borreguismo tecnológico.
Odio tener que encender permanentemente el ordenador para quedar con alguien. Odio reventarme la vista leyendo 200 páginas de un texto para cada trabajo de la universidad en el ordenador. Odio tener que entregar el trabajo por internet a las 00:00. Odio los constantes fallos del ordenador. Odio necesitar Facebook y Spotify. No soporto la idea de estar pendiente 24 horas al día del móvil, por si alguien te quiere decir cualquier tontería. "Estoy en El Corte Inglés comprándome un paquete de folios DIN A4. Tu padre se parece al mío. Qué frío hace hoy. Tengo ganas de que llegue el verano"... o en versión pregunta: "¿dónde estás? ¿no tienes mucho frío? ¿no tienes ganas de que llegue el verano?" O peor: Un emoticono. Así, de repente. Una cara sonriente, unos labios sexys, un corazón partío, una jarra de cerveza, un billete de 100 dólares... cualquier tontería con tal de "mantener el contacto", porque 20 minutos sin decirle nada... pensará que me pasa algo. 

En fin, que a mí me gustaría saber qué pasaría si viviéramos sin ordenadores. Sin móviles. Sin teles. Me gustaría vivir esa sensación durante un tiempo. Estoy convencido de que, de alguna manera, viviríamos más tranquilos.
Llámame raro. Llámame engañao. Llámame hippie. Llámame carca. 

viernes, 4 de noviembre de 2011

Que comience la pantomima


¡Hola de nuevo! Por si ya no os acordabais de mí, vengo escribiendo en este humilde y cutre blog desde hace CASI UN AÑO todo lo que me viene en gana criticar. Aunque el dato engaña mucho. No creo que haya pasado de las 20 entradas desde el día del nacimiento de este blog. Pero pa eso estamos ahora. Se acabaron las vacaciones de "Si no lo digo, Reviento".
Aquí estoy de nuevo para decir algo que, como siempre, a algunos les parecerá una chorrada, y a otros una locura. Hoy que comienza la campaña electoral en España para las elecciones generales, me estoy planteando si realmente es necesaria esta campaña. Allá voy.


Es extraño que sea alguien como yo, una persona que cree en la política, quien plantee la utilidad o necesidad de la campaña electoral. Pero creo que no es tan raro planteárselo, dada la situación en la que nos encontramos. 

La situación de la que hablo es de todos conocida. Llevamos ocho años con el mismo gobierno. Es normal, la gente quiere un cambio. Y sólo parece haber una opción alternativa viable para eso. De ahí el problema.
¿No sabemos perfectamente todos quién va a ganar estas elecciones? 
¿La campaña electoral va a hacer que cambie el voto de un número significativo de personas?
¿Por qué, entonces, tenemos que hacer la pantomima como si aquí no pasara nada?
Estamos en una crisis muy seria. Cuatro millones y medio de parados. Cada diez segundos uno. Un montón de gente con problemas muy serios para vivir dignamente. Y ahora vienen los partidos políticos a mostrarnos sus propuestas. A colgar los típicos carteles electorales que lo único que nos anuncian es que ya queda menos para la salida del túnel. Pero lo que no solemos pensar es que hemos contribuido con nuestra pasta a un trozo de cada uno de los carteles que estarán distribuidos a partir de hoy por todo el país. 25 millones de euros de campaña de cada uno de los principales partidos fueron financiados con dinero público en las últimas elecciones. ¿No preferimos gastar nuestro dinero en algo más útil (digo yo)? 
Porque la utilidad de los carteles es mínima. Y lo mismo pasa con todo el espectáculo que envuelve a la campaña electoral. Como he dicho, todos sabemos más o menos qué pasará el día 20. ¿Por qué no nos ahorramos esta farsa?

Si de mí dependiera, haría UN debate por televisión. Y ya está. A quien le vaya la vida su voto, que se lea el programa electoral.

domingo, 9 de enero de 2011

Me lo quitan de las manos


7 de enero. Un día triste para muchos. Se acabaron las vacaciones de Navidad. Hará falta esperar un año para que vuelva la Nochebuena, la Navidad, el Fin de Año, los reyes y tal. Sólo hace falta esperar un par de días para volver a empotrarse con la realidad. Vuelta al trabajo, al colegio, universidad. Llámalo como quieras.
7 de enero. El mismo día. Para muchos otros, uno de los días más esperados del año. ¡Empiezan LAS REBAJAS!

Lo admito, me incluyo en el grupo de los primeros, soy un pesimista, un amargao, uno de esos que no mira palante.
Perdonadme, pero este año he podido comprobar que lo de las rebajas no va conmigo. Es más, va contra mí.

Va contra mí porque yo celebro la Navidad y después de las fiestas me satura tener que pensar en comprar.
Comprar cualquier chorrada que nunca necesitaré porque me la rebajan un 40 por ciento. Comprar algo que necesito y tragarme una cola de media hora (léase la entrada No te cueles! de este mismo blog).

Yo me tragué una cola de este tipo ese mismo día. 7 de enero. Y lo curioso era el contraste de mi cara de indignación con los rostros de felicidad y pillería de los demás integrantes de la misma cola.
Quizás porque le habían quitado de las manos una prenda de ropa preciosa con un descuento del 10 por ciento a la señora de detrás.
Quizás porque iban a cambiar algo de talla y sólo por eso les iban a regalar la diferencia de precio entre el original y el rebajado.
Quizás porque, durante la espera, habían descubierto que unos calcetines a cincuenta céntimos no les irían nada mal.
Quizás porque les devolverían el dinero de algo, y podrían cambiarlo por 20 calcetines de esos tan útiles.

No me voy a engañar. Me divierte mucho ver a las señoras empujándose y peleándose por una talla de medias escondidas bajo una montaña de ropa de dudosa procedencia y calidad. Me encanta verlo. Por la tele.

Y por último, algo que me soprende muchísimo: el consumismo que se desata en los españoles cuando llegan las rebajas, independientemente de su situación económica.
Debo de tener muy poca empatía, pero o toda esa gente no celebra los reyes o la sociedad es bien rara. Eso sí, seguro que este consumismo favorece a nuestra economía. Debe de ser esa conciencia que tenemos todos sobre el progreso colectivo lo que desenfrena el consumismo.

Bueno, tú. Os dejo, que me está esperando El Corte Inglés. Voy a devolver una camisa que me regalaron por la misma camisa. En el mismo color. En la misma talla. Así a lo mejor me dan 10 euros. Por probar...