jueves, 23 de diciembre de 2010

¡No te cueles!


Aquí  una entrada a petición de un amigo-hermano. El tema viene inspirado por un par de experiencias que tuve el pasado martes 21 de diciembre. Las dos tienen relación con las colas, y de las dos salí muy bien parado. En un mismo día me ahorré fácilmente más de una hora de espera, de desidia, de tiempo perdido, de cara de imbécil.
Las colas son un fenómeno social que a veces resulta difícil de entender.  Has llegado a las 19:58 al cine para ver una película que empieza a las 20:00 y encima tienes que tragarte una cola de diez minutos. Siendo egoístas, pensaríamos que a la mierda. Pero no. Las colas nos las hemos impuesto nosotros mismos, y eso demuestra nuestro componente de respeto, generosidad y civismo.
Pero dejando atrás la filosofía, y aceptando que muchas veces el único camino hacia tu destino es una línea recta de personas, voy a centrarme en la sensación que produce a uno estar en medio de esa línea recta.
Para empezar debemos distinguir entre dos tipos de colas. Las que se hacen para llegar el primero y las que se hacen para llegar.
Entre las primeras, por ejemplo, tenemos la cola para un concierto. Estas colas se hacen con un gusto enorme. Tú eliges el tiempo que vas a pasarte en la cola y muchas veces lo pasas bien, conoces gente. Ningún problema.
Sin embargo, las colas que se hacen para el cine, para ver un museo, para comprar el pan, para renovarte el DNI… son la manera más fácil de tirar el tiempo a la basura.  La actividad de esperar no sirve para nada. Y mucho menos si durante la espera, como es el caso de las colas, no puedes hacer nada de provecho. Inviertes mejor tu tiempo durmiendo durante un día entero que siendo parte de una de estas colas durante diez minutos. Esto lo saben los niños cuando entran en el comedor en el colegio. No son tontos, no están para chorradas. Avalancha y se acabó. También lo sabe cualquier  “espectador” que observe las caras de los que forman parte de la fila india. Su expresión puede ir variando. Estupidez, resignación, amargura… Y no te cuento cuando el listillo de turno se cuela y el iluminao de detrás le recuerda que hay una cola, sabe usted? Entonces empieza a calentarse el ambiente, y puede pasar de todo. Total, porque un tío se ha saltado una norma que no existe.
En fin, tiene mucho mérito que después de todo esto sigamos como borregos, uno detrás del otro, haciendo la cola sin quejarnos. Ole la raza humana.

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